jueves, 28 de junio de 2012

Mamá, creo que ya crecí

Cuando yo era chica, nunca me faltó nada, o al menos jamás noté que, materialmente, tuviera alguna carencia.
Es más, creo que siempre fui bastante malcriada y todo lo que quería lo tenía.
Sin embargo, siempre se me dijo y se me demostró que lo valioso no estaba en lo que uno tenía en las manos; de hecho mi vieja siempre dijo que "cuando éramos pobres, éramos más felices".
Mi vieja, además, me contaba historias de su infancia, algo sufrida si se la ve objetivamente, con bastantes privaciones. Nunca la escuché quejarse de eso. De hecho las historias eran de cómo, a pesar de todo, su mamá, mi abuela, siempre encontraba una forma de dejar atrás todas las carencias y regalarles MOMENTOS; porque esas historias contenían eso, la felicidad de los momentos que compartían, las navidades con mi abu haciendo de Papá Noel como se podía y siempre con amor y sonrisas.
A mí se me enseñó que uno podía tener mucho, pero que nunca había que olvidarse de los demás, que siempre había que ser generoso y que en la vida lo valioso iba más allá de la cáscara y pasaba por otro lado.
Creo que nunca había llegado a entender realmente la inmensidad que tenía eso. Tampoco entendía por qué mi mamá me pedía que la acompañara a visitar a personas que vivían con muy poco, pero que eran muy felices (nunca me voy a olvidar de su "abuela Alquinta"), o por qué mi abuela siempre le daba una mano al que necesitaba sin importar quien era y siempre sin esperar nada a cambio.
Cuando mi vieja y mi abuela se murieron surgieron los problemas típicos de bienes y cosas, el tema de la guita, de lo que había, de lo que no; las cosas que estaban las cosas que no estaban, los abogados, lo que "corresponde". Tampoco logré nunca entender eso, porque nada lo sentía como mío, nada tenía valor contra lo que se había perdido y nada iba a devolverme lo que realmente me faltaba.
Lo material se descascaró, se perdió en algún lado, los "esfuerzos de la vida" de los que ya no estaban y esas cosas tan efímeras como los papeles mismos.
Hoy, después de muchos años, creo que por fin crecí, y me di cuenta dónde radica el "esfuerzo de toda la vida" y la herencia que quedó.
Fue eso, fue tocar la vida de otras personas que aún, después de tantos años las recuerdan, fueron las lecciones de vida que me dieron, las historias que me contaron y las huellas que me dejaron para ayudarme a ser hoy quien soy, fue darme las alas para crecer, la sonrisa y frases que siempre vienen bien para alegrar el espíritu.
Porque la guita y lo material se fueron, pero quedó eso, porque ya crecí mamá y ya sé qué tengo que atesorar; porque "Dios aprieta pero no ahorca"; y todo lo que me dejaron me permitieron "comprar" lo que me hacía feliz: mis afectos, mis logritos pequeños pero humildes, la sonrisa, el buscar ser feliz a pesar de todo, el apreciar la vida, el cantar y ser feliz; y el creer que todo se puede.
Eso era lo que me "correspondía", ni más ni menos, y lo compartiré con mis hijos y sus hijos, y todas aquellas personas cuyas vidas pueda tocar.
Por eso, hoy crecí mamá, hoy me di cuenta que la herencia que me dejaste es la mejor y la que más feliz me ha hecho.