Bien acabo de notar lo mucho que hace que no escribo en mi blog, no es que no hayan pasado cosas, quizá esas cosas fueron las que me sacaron las ganas de escribir.
Hace bastante que pienso este post, para ser más exacta unos 11ó12 días, no por falta de motivos sino porque no sé exactamente cómo encararlo.
La historia es básicamente la que tantas otras veces he contado, conozco a alguien, pongo fichas, las cosas no funcionan porque las cosas se dan cuando él está en el borde del vacío existencial y bueno juntos damos el paso adelante.
Como siempre no me arrepiento, de todo se aprende algo. La cuestión es que no sé si el enojo, la superación o la impotencia no me dejan ver bien. No estoy lastimada como otras veces, no se si porque ya estoy desarrollando inmunidad a los fracasos amorosos o si porque no fui yo, fue él como tantas veces. Quizá es esa calma que da saber que el negocio no me beneficiaba o que quizá aposté al caballo errado. En fin no sabría expresar qué se siente.
Pero a pesar de que me di cuenta de lo que puedo llegar a ofrecer de mí, independientemente de lo que el otro esté dispuesto a dar o si está o no a la altura, me sigo preguntando qué es lo que hace que sea tan difícil encontrar en otro un complemento. No sólo por mí, sino por tantas historias que escucho, donde muchas personas no pueden encontrar alguien que valore lo que ofrecen: su corazón. Es extraño porque ni siquiera, y quizá este fue el caso, en esas situaciones calculadas, despojadas de la ceguedad que da la pasión y esos sentimientos que nos movilizan tanto que perdemos la razón, o de esos impulsos tan ciegos y humanos que aunque sepamos que nos quema vamos y nos tiramos de cabeza; las cosas no resultan.
No me molesta la soledad de nuevo, creo que elegí ese camino - con un poco de cansancio y con otro poco de cobardía - hace rato, es el hecho del vacío que queda cuando uno apuesta a algo, a alguien, y se decepciona al ver que no era el momento, la persona o el tipico "que uno merecía algo mejor". Y esa es la pregunta: siempre nos damos lo que nos merecemos? o al menos nos damos la oportunidad de buscarlo? o simplemente nos dejamos llevar por la marea y nos conformamos con lo que creemos que podemos moldear hasta asemejarlos un poquito a lo que quisiéramos? Para quién es el enojo? a quién culpamos del frío? a nosotros que a sabiendas aceptamos lo que sabemos que va a fallar, o del otro que falla sin siquiera intentar superarse?
La historia es básicamente la que tantas otras veces he contado, conozco a alguien, pongo fichas, las cosas no funcionan porque las cosas se dan cuando él está en el borde del vacío existencial y bueno juntos damos el paso adelante.
Como siempre no me arrepiento, de todo se aprende algo. La cuestión es que no sé si el enojo, la superación o la impotencia no me dejan ver bien. No estoy lastimada como otras veces, no se si porque ya estoy desarrollando inmunidad a los fracasos amorosos o si porque no fui yo, fue él como tantas veces. Quizá es esa calma que da saber que el negocio no me beneficiaba o que quizá aposté al caballo errado. En fin no sabría expresar qué se siente.
Pero a pesar de que me di cuenta de lo que puedo llegar a ofrecer de mí, independientemente de lo que el otro esté dispuesto a dar o si está o no a la altura, me sigo preguntando qué es lo que hace que sea tan difícil encontrar en otro un complemento. No sólo por mí, sino por tantas historias que escucho, donde muchas personas no pueden encontrar alguien que valore lo que ofrecen: su corazón. Es extraño porque ni siquiera, y quizá este fue el caso, en esas situaciones calculadas, despojadas de la ceguedad que da la pasión y esos sentimientos que nos movilizan tanto que perdemos la razón, o de esos impulsos tan ciegos y humanos que aunque sepamos que nos quema vamos y nos tiramos de cabeza; las cosas no resultan.
No me molesta la soledad de nuevo, creo que elegí ese camino - con un poco de cansancio y con otro poco de cobardía - hace rato, es el hecho del vacío que queda cuando uno apuesta a algo, a alguien, y se decepciona al ver que no era el momento, la persona o el tipico "que uno merecía algo mejor". Y esa es la pregunta: siempre nos damos lo que nos merecemos? o al menos nos damos la oportunidad de buscarlo? o simplemente nos dejamos llevar por la marea y nos conformamos con lo que creemos que podemos moldear hasta asemejarlos un poquito a lo que quisiéramos? Para quién es el enojo? a quién culpamos del frío? a nosotros que a sabiendas aceptamos lo que sabemos que va a fallar, o del otro que falla sin siquiera intentar superarse?
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