Según el diccionario el sufrimiento es el "Paciencia, conformidad, tolerancia con que se sufre algo". Dicen que nadie muere de un corazón roto (aunque exista un síndrome con ese nombre, que se caracteriza por palpitaciones, un dolor continuo en el pecho, dificultad para respirar).
Del dolor se sale, es cierto. Lo he vivido, lo he hecho, lo he lamentado, me he alegrado. ¿Pero cómo se siente el sufrimiento, realmente se puede eliminar, borrar, o simplemente se cierra dejando una cicatriz o una especie moretón que siempre va a doler?
El dolor te consume, de repente llena todo, uno ve, siente, respira dolor. Es algo que se expande, por eso mismo tiene que salir. Pero a veces uno trata de encerrarlo, de acallarlo, de empujarlo hasta sentir que ya no existe. No lloramos, no gritamos, no tiramos cosas, ni pateamos libros...y nos volvemos locos custodiando esa caja donde lo escondemos...pero el dolor no se va... el dolor no se cura: se purga.
Somos débiles cuando lo toleramos sin dejar rastros de que existe, cuando caminamos estoicamente por los pasillos y sostenemos la máscara de la indiferencia, cuando le mentimos a todos diciendo que todo esta bien, que ya va a pasar; esa es la verdadera debilidad, no enfrentarlo, no gritarlo, no sacarlo a patadas de nuestro corazón... porque mientras esté ahí, escondido, agazapado, oculto en algún lugar nos sigue lastimando y nos patea desde adentro... colándose por cualquier grieta que nos queda.. y así andamos por la vida, siempre sangrando, siempre con miedo a que salga, haciéndonos los distraídos pero mirando de reojo porque sabemos que ahí está...Pueden pasar años, décadas, toda nuestra vida, y nunca curarnos..un corazón que sufrió y no tiene cicatrices tiene mucho por aprender, tiene mucho por gritar, porque el dolor no se cura, se lleva como una marca que nos recuerda que fuimos capaces de superarlo, de compartilo, de tomarlo y hacernos cargo, no culpándolo en otros, sino reconciliándonos con el sufrimiento y perdonando a los que nos lo causaron... he ahí la valentía..
viernes, 18 de febrero de 2011
miércoles, 16 de febrero de 2011
Vos que no sabés, yo que no me acuerdo
A todos nos gusta hablar, a algunos más que otros. Muchas veces no somos buenos escuchando, pero hablar es más simple, porque el aire es gratis dicen algunos. ¿Pero todos sabemos HABLAR realmente?
No sólo emitir sonidos y endulzarnos con el sonido de nuestra propia voz, sino decir lo que realmente sentimos o pensamos, pero honestamente. Hablar para decir lo que suena bien o lo que creemos que queremos decir muchas veces no es hablar, ¿por qué no decimos lo que sentimos? Aun a sabiendas de que es necesario, oportuno, o como mínimo que es lo que necesitamos hacer para sacarnos eso que nos carcome por dentro.
Porque las palabras tienen realmente esa magia para representar y crear realidades, y todo lo que no decimos se acumula dentro nuestro como una pila de hojas, algunas palabras vuelan y de a poco se acumulan en nuestra imaginación; y lo no dicho nos empieza a susurrar y nos lleva a imaginar cosas, suposiciones y hasta hipótesis que nublan nuestra realidad. El resto se queda ahí, anejado, podríamos decir que hasta pudriéndose y creando en nosotros algo de angustia, culpa y una intriga gigante por no saber qué hubiese pasado si hubiésemos hablado cuando tuvimos la oportunidad.
No sólo emitir sonidos y endulzarnos con el sonido de nuestra propia voz, sino decir lo que realmente sentimos o pensamos, pero honestamente. Hablar para decir lo que suena bien o lo que creemos que queremos decir muchas veces no es hablar, ¿por qué no decimos lo que sentimos? Aun a sabiendas de que es necesario, oportuno, o como mínimo que es lo que necesitamos hacer para sacarnos eso que nos carcome por dentro.
Porque las palabras tienen realmente esa magia para representar y crear realidades, y todo lo que no decimos se acumula dentro nuestro como una pila de hojas, algunas palabras vuelan y de a poco se acumulan en nuestra imaginación; y lo no dicho nos empieza a susurrar y nos lleva a imaginar cosas, suposiciones y hasta hipótesis que nublan nuestra realidad. El resto se queda ahí, anejado, podríamos decir que hasta pudriéndose y creando en nosotros algo de angustia, culpa y una intriga gigante por no saber qué hubiese pasado si hubiésemos hablado cuando tuvimos la oportunidad.
Sí, porque el lenguaje oral es efímero, y muchas veces, efímeras son también las oportunidades que tenemos para hablar... un "perdón", un "te quiero", un "no me gusta esto" o un "quiero esto", quizá tienen un momento para materializarse y así cambiar todo.
Porque una vez que ese momento pasó es muy difícil volver atrás, es más fácil retractarnos de algo que dijimos que de aquello que nunca salió de nuestra boca.
Y esa es la parte difícil de HABLAR con todas las letras, saber expresarnos, abrirnos, compartir, no seguir acumulando palabras como hojas, porque las palabras valen mucho y en cada una de ellas hay mucho de nosotros. Lo que no se dice pesa, lastima, se acumula sin sentido y muchas veces queda enterrado ahí, ahogándonos.
Hablar es fácil y se aprende rápido, pero HABLAR con todas las letras es el verdadero desafío, romper nuestras barreras, alivianar la carga de lo que queremos decir, eso es HABLAR, pero no todos sabemos cómo....
martes, 15 de febrero de 2011
The list
Como hoy no tenía muchas ganas de trabajar y son los momentos en que mi síndrome de déficit de atención se dispara, puse de fondo una de esas películas de chica linda busca amor y lo encuentra en el lugar menos esperado luego de una revelación o epifanía al borde de la desesperación (sí, incluía chica corriendo efusivamente hacia chico que de repente se veía más atractivo).
La película también incluía la noción de que muchas mujeres buscamos el ideal de hombre, con citas exóticas, que cumpla con todos los requisitos de esa lista mental que acarreamos con nosotros desde la infancia.
Todas tenemos esa lista, incluso quienes niegan rotundamente que la tienen, la esconden en algún lugar. Todas buscamos algo en el otro que sea especial, que nos haga sentir especiales, que nos fascine y nos deje anonadadas. Buscamos citas de ensueño, anécdotas divertidas e interesantes posiblemente en tierras exóticas. Cuando buscamos intereses por dentro soñamos que sea un bohemio idealista que quiera cruzar el atlántico en una motoneta...¿pero cuando no encontramos eso, podemos ver más allá?
¿O nos decepciona ver que el otro es sólo humano?
La lista nos presiona y pone presión en el otro, no porque no lo encontremos, sino porque caminamos buscando esas cosas y nos perdemos de tropezarnos con otras que hacen que algo sea más real y valioso.
Porque como decía Dolina hoy, uno no puede andar por la vida prometiendo créditos de cabañitas y el otro no puede quedarse con la apuesta a una mansión. Es lindo proyectar, soñar, creer que lo que necesitamos es un hombre que nos baje la luna o nos haga cruzar el Amazonas en una barca de papel reciclado. Es lindo soñar con que le guste la comida exótica y hable de lugares remotos... pero al final del día, cuando necesitamos lo que realmente importa...¿eso puede compensarlo?
El amor sin fantasías es algo insípido, pero es el amor real el que dura, ese que valora lo que realmente necesitamos: que nos abracen, que nos cuiden, que nos escuchen, que nos apoyen, que nos valoren, que nos rescaten de la rutina con un "Te amo"...porque si sacamos las aventuras, las citas en París, los instrumentos musicales sexies y el sentido de la moda, lo que queda es un persona, que quizá, con todas sus imperfecciones se convierta en LA persona, esa que nos va amar durante la mejor aventura de todas: nuestra vida...
La película también incluía la noción de que muchas mujeres buscamos el ideal de hombre, con citas exóticas, que cumpla con todos los requisitos de esa lista mental que acarreamos con nosotros desde la infancia.
Todas tenemos esa lista, incluso quienes niegan rotundamente que la tienen, la esconden en algún lugar. Todas buscamos algo en el otro que sea especial, que nos haga sentir especiales, que nos fascine y nos deje anonadadas. Buscamos citas de ensueño, anécdotas divertidas e interesantes posiblemente en tierras exóticas. Cuando buscamos intereses por dentro soñamos que sea un bohemio idealista que quiera cruzar el atlántico en una motoneta...¿pero cuando no encontramos eso, podemos ver más allá?
¿O nos decepciona ver que el otro es sólo humano?
La lista nos presiona y pone presión en el otro, no porque no lo encontremos, sino porque caminamos buscando esas cosas y nos perdemos de tropezarnos con otras que hacen que algo sea más real y valioso.
Porque como decía Dolina hoy, uno no puede andar por la vida prometiendo créditos de cabañitas y el otro no puede quedarse con la apuesta a una mansión. Es lindo proyectar, soñar, creer que lo que necesitamos es un hombre que nos baje la luna o nos haga cruzar el Amazonas en una barca de papel reciclado. Es lindo soñar con que le guste la comida exótica y hable de lugares remotos... pero al final del día, cuando necesitamos lo que realmente importa...¿eso puede compensarlo?
El amor sin fantasías es algo insípido, pero es el amor real el que dura, ese que valora lo que realmente necesitamos: que nos abracen, que nos cuiden, que nos escuchen, que nos apoyen, que nos valoren, que nos rescaten de la rutina con un "Te amo"...porque si sacamos las aventuras, las citas en París, los instrumentos musicales sexies y el sentido de la moda, lo que queda es un persona, que quizá, con todas sus imperfecciones se convierta en LA persona, esa que nos va amar durante la mejor aventura de todas: nuestra vida...
sábado, 12 de febrero de 2011
Mi vida sin ti...
Hay una leyenda que dice que en la antigüedad existía una raza de seres perfectos. Todo en ello venía de a dos, eran seres unidos, la combinación de lo que decendía de la Luna (lo femenino) y lo que venía del Sol (lo masculino). Estos seres duales, por su misma naturaleza, no dependían de nadie más; tanto así que los dioses se ofendieron porque estos seres no necesitaba adorarlos ni rendirles tributo. Tal fue la rabia que decidieron partilos en dos. Cada mitad deambulaba sola, buscando su otra parte; algunos morían de tristeza y abandono, porque sin su otra mitad eran incapaces de sobrevivir. Otros se encontraban y trataban de volver a unirse abrazándose o besándose pero todo era en vano.
Se dice también que desde ese momento, los decendientes de esos seres, nosotros, estamos condenados a vivir como una sola entidad pero siempre en busca de nuestra otra mitad.
Todos buscamos esa otra mitad, todos soñamos con encontrar a esa persona que con solo mirarnos nos hace sentir completos. Una persona que con sólo pensarla nos hace sonreír, que con un abrazo nos cura todo, todos queremos amar y ser amados.
Pero es cierto vivimos solos, construimos nuestras propias vidas y, si todo sale bien, en algún momento llegan a completarse al compartila con alguien más.
Aunque la búsqueda es difícil, a veces damos con esa "otra mitad". ¿Pero qué pasa cuando, por cualquier razón que imaginemos esa persona ya no está con nosotros?
Siempre pensé que toda separación era dolorosa porque bueno el recuerdo, lo vivido, los proyectos, etc.; y sabía—o creía que esa era la respuesta—después de separse uno volvía a su antigua vida, solo. La misma vida segura que uno había construido. Nunca creí mucho en esas canciones que hablaban de "mi vida sin ti", porque creía que la propia vida nunca iba dejar de ser propia.
Pero esta vez es distinto. Ahí está toda mi vida, como siempre, con todo lo mío, mi rutina, mis logros, mis proyectos, mis amigos, mis cosas, mi perro... pero no es la misma, se siente vacía, se siente perdida; nada de lo que antes me llenaba tiene el mismo efecto. Todo parece insípido o aburrido, todo se siente solitario. Y es porque esa persona ya no es parte de mi rutina, porque pensarlo ya no me arranca una sonrisa, sino una lágrima; porque cuando llega el final del día él no va a venir, porque ya no abrazos que me curen, porque me hace falta.
Yo que siempre me jacté de haberlo logrado tanto sola, ahora realmente siento lo que es la soledad, porque como esos seres duales de la antigüedad siento que me arrancaron mi otra mitad, lo que hacía que no necesitara ni dioses, ni Luna, ni Sol, ni nada más...
Se dice también que desde ese momento, los decendientes de esos seres, nosotros, estamos condenados a vivir como una sola entidad pero siempre en busca de nuestra otra mitad.
Todos buscamos esa otra mitad, todos soñamos con encontrar a esa persona que con solo mirarnos nos hace sentir completos. Una persona que con sólo pensarla nos hace sonreír, que con un abrazo nos cura todo, todos queremos amar y ser amados.
Pero es cierto vivimos solos, construimos nuestras propias vidas y, si todo sale bien, en algún momento llegan a completarse al compartila con alguien más.
Aunque la búsqueda es difícil, a veces damos con esa "otra mitad". ¿Pero qué pasa cuando, por cualquier razón que imaginemos esa persona ya no está con nosotros?
Siempre pensé que toda separación era dolorosa porque bueno el recuerdo, lo vivido, los proyectos, etc.; y sabía—o creía que esa era la respuesta—después de separse uno volvía a su antigua vida, solo. La misma vida segura que uno había construido. Nunca creí mucho en esas canciones que hablaban de "mi vida sin ti", porque creía que la propia vida nunca iba dejar de ser propia.
Pero esta vez es distinto. Ahí está toda mi vida, como siempre, con todo lo mío, mi rutina, mis logros, mis proyectos, mis amigos, mis cosas, mi perro... pero no es la misma, se siente vacía, se siente perdida; nada de lo que antes me llenaba tiene el mismo efecto. Todo parece insípido o aburrido, todo se siente solitario. Y es porque esa persona ya no es parte de mi rutina, porque pensarlo ya no me arranca una sonrisa, sino una lágrima; porque cuando llega el final del día él no va a venir, porque ya no abrazos que me curen, porque me hace falta.
Yo que siempre me jacté de haberlo logrado tanto sola, ahora realmente siento lo que es la soledad, porque como esos seres duales de la antigüedad siento que me arrancaron mi otra mitad, lo que hacía que no necesitara ni dioses, ni Luna, ni Sol, ni nada más...
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