Hay una leyenda que dice que en la antigüedad existía una raza de seres perfectos. Todo en ello venía de a dos, eran seres unidos, la combinación de lo que decendía de la Luna (lo femenino) y lo que venía del Sol (lo masculino). Estos seres duales, por su misma naturaleza, no dependían de nadie más; tanto así que los dioses se ofendieron porque estos seres no necesitaba adorarlos ni rendirles tributo. Tal fue la rabia que decidieron partilos en dos. Cada mitad deambulaba sola, buscando su otra parte; algunos morían de tristeza y abandono, porque sin su otra mitad eran incapaces de sobrevivir. Otros se encontraban y trataban de volver a unirse abrazándose o besándose pero todo era en vano.
Se dice también que desde ese momento, los decendientes de esos seres, nosotros, estamos condenados a vivir como una sola entidad pero siempre en busca de nuestra otra mitad.
Todos buscamos esa otra mitad, todos soñamos con encontrar a esa persona que con solo mirarnos nos hace sentir completos. Una persona que con sólo pensarla nos hace sonreír, que con un abrazo nos cura todo, todos queremos amar y ser amados.
Pero es cierto vivimos solos, construimos nuestras propias vidas y, si todo sale bien, en algún momento llegan a completarse al compartila con alguien más.
Aunque la búsqueda es difícil, a veces damos con esa "otra mitad". ¿Pero qué pasa cuando, por cualquier razón que imaginemos esa persona ya no está con nosotros?
Siempre pensé que toda separación era dolorosa porque bueno el recuerdo, lo vivido, los proyectos, etc.; y sabía—o creía que esa era la respuesta—después de separse uno volvía a su antigua vida, solo. La misma vida segura que uno había construido. Nunca creí mucho en esas canciones que hablaban de "mi vida sin ti", porque creía que la propia vida nunca iba dejar de ser propia.
Pero esta vez es distinto. Ahí está toda mi vida, como siempre, con todo lo mío, mi rutina, mis logros, mis proyectos, mis amigos, mis cosas, mi perro... pero no es la misma, se siente vacía, se siente perdida; nada de lo que antes me llenaba tiene el mismo efecto. Todo parece insípido o aburrido, todo se siente solitario. Y es porque esa persona ya no es parte de mi rutina, porque pensarlo ya no me arranca una sonrisa, sino una lágrima; porque cuando llega el final del día él no va a venir, porque ya no abrazos que me curen, porque me hace falta.
Yo que siempre me jacté de haberlo logrado tanto sola, ahora realmente siento lo que es la soledad, porque como esos seres duales de la antigüedad siento que me arrancaron mi otra mitad, lo que hacía que no necesitara ni dioses, ni Luna, ni Sol, ni nada más...
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