martes, 16 de noviembre de 2010

Mi amante tóxico

¿Alguna vez escucharon esas historias que hablan de dos personas que, sabiendo que se hacen daño si están juntas, que se lastiman, se consumen sin piedad, vuelven, una y otra vez, a encontrarse? Esas son historias de amantes tóxicos (para usar un término moderno de libro bien vendido), dos personas que no pueden evitar atraerse aunque eso signifique el sufrimiento y el caos.
Bueno, Buenos Aires y yo somos así. Hace años me deslumbraban sus encantos, me parecía que todo en él (vamos a llamarle él para personificarlo mejor) era mejor; pensaba que me esperaba con los brazos abiertos y yo, ilusionada, hacía todo lo posible para estar cerca y poder maravillarme —a sabiendas de su lado oscuro— de todo lo que tenía para ofrecer.
Pero como dicen, hay que tener cuidado con lo que uno desea. Me di el lujo, un par de años después de estar con él. Lo que descubrí fue una especie de amor-odio constante.
Rechazo. Él no me quería, me hacía sentir chiquita, me empujaba, me lastimaba, me consumía con sus esperas constante, la violencia de su gente y las calles. Me exprimía, literalmente porque siempre uso el subte, me expulsaba. Pero siempre volvía a atraerme con algo... y yo, gustosa, volvía. Ayudaba a viejitas a subir las escaleras, cedía el asiento, pedía disculpas, para ver si así se convencía de que yo era buena y me quería, pero no.
Entonces, nació el odio —sí, del odio al amor hay 60 km por autopista— y empezó el caos... detesto la ciudad, odio venir y tener que recorrer, hastiada, caminos que ya conozco. Empujo y ataco la violencia de la ciudad y de la gente (aunque todavía sigo cruzando viejitas, no puedo evitarlo), puteo en el subte porque sé que él, la ciudad, está preparado para volver a darme pelea… pero vuelvo. Con la seguridad absoluta de que siempre me va a atraer con algo; que a pesar del rechazo, de que me consume y me odia, nos vamos a necesitar siempre... porque somos amantes tóxicos... sentimos repulsión, rechazo, odio, pero nos necesitamos, y en el fondo hasta nos pertenecemos... y a menos que la ciudad caiga o yo me dé por vencida seguiremos encontrándonos... De hecho, estoy escribiendo esto mientras huyo, una vez más, de la ciudad. :)

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